sábado, 27 de septiembre de 2014

La Santa Misa - Capítulo décimo tercero - Ritos finales

 Acción de gracias
Hemos recibido a Jesús Eucaristía. Al comulgar Jesús está dentro de ti, como en un Sagrario Vivo.
No dejes pasar la oportunidad de decirle que le amas y pídele todo lo que quieras, que sea para tu bien y el de todos.
Cuentan que en una ocasión San Felipe Neri vio cómo un feligrés salía de la iglesia sin dar las gracias a Dios al menos durante unos minutos (recuerda que Jesús Sacramentado está tras la Comunión Sacramental durante unos 10 minutos más o menos). Entonces el santo, con su habitual sentido del humor, mandó a dos monaguillos coger dos velas del altar y acompañar por la calle a aquel feligrés descuidado.
Al cabo de unos pasos molesto por la broma de los monaguillos les pidió explicaciones, a lo que los monaguillos no supieron dar más razón que que acudiera al cura.
Éste le hizo ver que en aquel momento era como un Sagrario andante y que se merecía los mismos honores, por el gran invitado que llevaba en su alma y que él descuidaba en su interior.
Esta simpática anécdota nos puede ayudar a tomarnos más en serio la presencia real de Jesús en nosotros tras la Comunión. No descuides su visita y aprovecha para dar gracias, pedir perdón y favores, reparar las ofensas de tantos que no le hacen caso o no le tratan con el amor que se merece.


RITOS FINALES
Bendición 
Dios nos bendice a través del sacerdote: -El Señor esté con vosotros. -Y con tu espíritu. Y la bendición de Dios, Padre, + Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros. -Amén.

Dios nos bendice; nos da su fuerza para que podamos hacer el bien. Es buen momento para pedirle que nos ayude a ser buenos cristianos, a saber corresponder a tanto amor como hemos ido recibiendo a lo largo de la Santa Misa.
Cuando recibes la bendición no olvides signarte como signo de que recibes la bendición de Dios. Pídele que llegue hasta el fondo de tu alma, que te vaya transformando de verdad.
Pero recuerda, la acción de Dios no es un acto de magia, depende también de nuestras correspondencia, de lo en serio o no que nos tomemos la vida de la gracia, la vida cristiana que Dios nos regala como un don a través de los sacramentos.
Una respuesta que se da cada día a un Dios que nos llama, a un Dios que no se desentiende de nosotros, sino que con su amor y su entrega nos da la fuerza para afrontar la vida con una alegría siempre renovada.

Despedida y envío
La Santa Misa ha terminado.
Y el sacerdote así no lo anuncia con esas palabras tan conocidas: -Podéis ir en paz. -Demos gracias a Dios.
Pero ese «podéis ir en paz» significa mucho más de lo que podemos intuir a simple vista, es una nueva llamada de Dios a llevar la paz y todo lo que hemos recibido en la celebración allá donde nos  encontremos. 

Es decir, es una llamada a la misión que siempre tenemos por delante de construir el Reino de Dios que Jesús nos ha traído: ese reino de justicia, de amor, de paz, de alegría, de concordia, de valentía, de gozo, de libertad, de humildad, de esperanza, de fe… que vamos edificando a lo largo de nuestra vida.

sábado, 21 de junio de 2014

La Santa Misa - Capítulo duodécimo - Rito de Comunión - Recibimos a Jesús

Comunión

En la entrega anterior nos quedamos a las puertas de comulgar, y te advertía que era necesario mirar primero hacia dentro, pues son necesarias varias condiciones para poder recibir a Jesús Eucaristía. De modo que si falta alguno de ellos, aun con dolor nos deberemos quedar sentados en el banco rezando, y pedir al Señor poder comulgar la próxima vez, dando los pasos necesarios.

Como puedes suponer, comulgar no es algo más dentro de la vida cristiana. Es el acto más importante de todos los que podemos hacer.
Es recibir a Jesús, y sería una gran falta de respeto recibirle de cualquier manera. Así como cuando recibimos una visita importante en nuestras casas y lo preparamos todo con esmero, así ha de ocurrir también en nuestras almas para la mejor visita que, sin duda, recibimos.

¿Qué es necesario para poder Comulgar?
  1. Saber a quién se recibe y creer en Él. Es decir, hace falta fe y poder distinguir entre el pan común y Jesús.
  2. Estar en gracia de Dios, es decir, sin pecados mortales; aquellos pecados que matan nuestra relación con Dios y que solo se perdonan a través de la Confesión Sacramental.
  3. Ayuno eucarístico. Una hora antes de comulgar le ofreceremos a Dios el sacrificio de no tomar nada, salvo agua o medicinas; esto nos ayuda a ser conscientes desde un rato antes de a Quién vamos a recibir.

Si no estás bien dispuesto en alguno de estos tres requisitos no te pongas en la fila de comulgar, porque recuerda lo que nos dice San Pablo: Examínese, por tanto, cada uno a sí mismo, y entonces coma del Pan y beba del Cáliz; porque el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación.
Más claro no nos lo puede decir. Sería una gran pena que recibieras a Jesús en la Comunión en pecado grave o mortal, recibiendo así en lugar de la Salvación, la condenación, haciéndote más culpable de tus pecados, a través de un sacrilegio tan fuerte.
Por otro lado, no te acostumbres a no comulgar; más bien haz todo lo posible para poder recibir a Jesús. Si hace falta te confiesas, que no es un drama ni nada por el estilo, sino recibir la misericordia de Dios que te hace posible recibir a Jesús.
Al fin y al cabo, como nos dice el Papa la Comunión es para los pecadores, para aquellos que reconocen que solos no pueden hacer nada.

Fíjate en una de las dos oraciones que ha de decir el sacerdote antes de comulgar, en secreto: Señor Jesucristo, la Comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre, no sea para mí motivo de juicio y condenación, sino que por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.
Tras hacer la genuflexión a Jesús Eucaristía en señal de profunda adoración, el sacerdote mostrará a Jesús como vimos en la entrega pasada.
Puedes recibir a Jesús de dos formas, bien en la boca, bien en la mano. Las dos tienen un significado profundo, y en las dos hay que hacerlo con máximo respeto y adoración.

Al recibir a Jesús en la mano, nos reconocemos pobres ante Él, necesitados. Pero atento, atenta, que ninguna miga se desprenda, por pequeña que sea, porque en cada miga está Cristo entero, en su Cuerpo y en su Sangre, en su Alma y en su Divinidad. Se muy cuidadoso o cuidadosa si le recibes así. No te muevas del sitio hasta haber comido a Jesús, no importa que la fila no avance tan rápido. Comulga siempre delante del sacerdote, y deja que él te ponga a Jesús en la mano, sin extender los dedos, porque tú lo recibes.

Si por otro lado, recibes a Jesús en la boca expresas la pequeñez de tu vida ante Dios, pues solo a los niños pequeños se les da de comer a la boca. Es un gesto más significativo y hermoso, aparte que tiene menos peligros de que Jesús caiga al suelo o se desprendan migas.

sábado, 14 de junio de 2014

La Santa Misa - Capítulo Undécimo - Rito de Comunión - Presentación de Jesús

Una mirada atrás para seguir adelante…


¿Te das cuenta? Ya hemos llegado al momento más importante de la Santa Misa, por decirlo de una manera al momento crucial.

Jesús que nos ha hablado a través de las lecturas, en especial del Evangelio. 
Hemos ido preparándonos todo el rato para este momento. Hemos ofrecido a Dios toda nuestra vida, nuestra semana, nuestro día en el ofertorio para que en el momento de la Consagración encontrará el pan y el vino, sino también todos nuestros proyectos, nuestras preocupaciones, nuestras ilusiones y toda nuestra vida a sus pies, y así poco a poco, Misa a Misa los vaya transformando, a través del Sacrificio de Jesús en la Cruz y con toda la fuerza del Espíritu Santo.
Hemos asistido con asombro y gratitud, de rodillas, en el momento supremo de la Consagración, cuando Jesús se entrega por ti y por mí en la Cruz.
Hemos rezado el Padrenuestro, la oración que Jesús nos enseñó y como muestra de que nos lo tomamos en serio hemos dado la paz a todos los que tenemos cerca, pero eso no es suficiente, hemos de vivir de ese amor de Jesús por nosotros con todos los demás, de verdad, sin trampa ni cartón.
Porque lo que vivimos en Misa no es algo separado de nuestra vida, sino que quiere transformarnos; tiene influencia directa sobre todo lo que nos ocurre. Dios no se conforma solo con una parcelita de mi vida, con estar arrinconado en un rincón para cuando le necesitamos.
Dios nos quiere siempre, y quiere que siempre le queramos.

Cordero de Dios

Antes de comulgar el sacerdote nos va a presentar a Jesús, pero nos presenta a Jesús Eucaristía de un modo muy particular, pues mientras recitamos o cantamos el Cordero de Dios, pidiéndole que tenga misericordia de nosotros y que nos de su paz para nuestras vidas.
Mientras el sacerdote, con mucho amor y delicadeza, parte la Sagrada Hostia en, al menos, tres partes, y pone el pedacito más pequeño al Cáliz junto a la Sangre de Jesús simbolizando de este modo que el que ha muerto en la Cruz resucita, al unirse de nuevo su Cuerpo y su Sangre.
A continuación, el cura toma a Jesús en su Cuerpo y en su Sangre y mostrándolos a los fieles dice: Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, dichosos los invitados a la Cena del Señor.
Presta mucha atención. Estás realmente ante Jesús que quiere reunirse contigo. Quiere que tengas un momento de gran intimidad con Él. Es tu Amigo, tu Señor, tu Rey, tu Amante, tu Todo… y quiere estar contigo.
¿Te has preguntado alguna vez por qué la Sagrada Hostia está partida en este momento?, ¿qué significado tiene? ¿Por qué le falta un trocito?
Es muy sencillo. Quiere expresar a Jesús Resucitado que, como a los Apóstoles, se presenta en medio de nosotros como Príncipe de la Paz, mostrando en sí todavía las marcas de la Cruz: las heridas en su costado, manos y pies, por eso la Sagrada Hostia está partida y le falta un trocito. Porque Jesús, muerto y resucitado, se parte y se reparte por nosotros, de modo que pueda llegar a todos los que estén bien preparados.

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme, le decimos como el centurión romano. 

Pero no lo decimos solo de boca sino de corazón y de verdad; reconocemos que no somos dignos de recibir al Señor, de que nuestro Redentor venga con nosotros.



Es momento de mirar hacia dentro, y ver si cumplimos con las disposiciones que nos pide la Iglesia para poder comulgar, y que veremos detenidamente en la próxima entrega.


sábado, 17 de mayo de 2014

La Santa Misa - Capítulo Décimo - Rito de Comunión - El Padrenuestro y la paz



El Padrenuestro 



Es la oración que nos enseñó el Señor (la Oración Dominical): somos hijos de Dios y hermanos.

Fíjate en las siete peticiones que haces a Dios en esta oración tan hermosa e importante:

  • Santificado sea tu nombre: le pedimos que nos comportemos de tal modo que su nombre sea honrado en nuestra vida.
  • Venga a nosotros tu reino: le pedimos que reine Él en nosotros, que sea Él quien dirige nuestras vidas.
  • Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: le pedimos que así como los ángeles y los santos son felices obedeciendo siempre la voluntad de Dios, lo seamos también nosotros obedeciendo a Dios.
  • Danos hoy nuestro pan de cada día: le pedimos que no nos falte nunca el alimento corporal ni la Eucaristía en nuestra vida; y es una forma de recordarnos que tenemos que compartir nuestros bienes con todos los hombres y mujeres que nos rodean.
  • Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: condicionamos el perdón que queremos recibir de Dios del perdón que nosotros damos a los demás, de modo que si nosotros no perdonamos, Dios tampoco nos perdone.
  • No nos dejes caer en la tentación: le pedimos que no respondamos a las llamadas que el diablo nos insinúa de apartarnos de Dios.
  • Líbranos del Mal: pese a lo que muchos piensan no se refiere esta última petición a los males físicos o morales, ni siquiera a los espirituales, sino que se refiere directamente al Maligno, Satanás.
Por esto, en la oración que llega a continuación el sacerdote pide a Dios que nos libre de todos los males, pero no solo esto, sino que ayudados de su misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos a la segunda venida de nuestro Salvador Jesucristo.
Porque no podemos olvidar que este mundo tiene fecha de caducidad y el fin del mundo se producirá cuando regrese Jesús en gloria. Venida que hemos de esperar con ilusión, preparándonos cada día con buenas obras.
A esta oración responderemos: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
¿Te das cuenta qué estamos diciendo en este momento? Porque no es poco lo que decimos y lo que ofrecemos en este momento a Dios:

Tuyo es el reino: es decir, le estamos diciendo a Dios que queremos que sea Él quien dirija nuestras vidas, quien reine sobre nosotros.
Tuyo es el poder: reconocemos que sólo Dios puede de verdad, que en nosotros no reside la capacidad de cambiar, de mejorar toda nuestra vida de librarnos del mal, de instaurar la paz, etc.
Tuya la gloria: muy importante, pues le decimos a Dios que no queremos aplausos ni méritos, sino que todo proviene de Dios y solo Dios es merecedor de todas las medallas por siempre.

Rito de la paz

Comienza el sacerdote dirigiéndose directamente a Jesucristo presente en la Eucaristía en el altar: Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: “la paz os dejo, mi paz os doy”… 
Seguidamente nos hace participar de la paz del Señor: la paz del Señor esté siempre con vosotros. Pero no se detiene ahí: a continuación nos invita  extender esa paz entre nosotros, dejando atrás toda enemistad o problema que hayamos podido tener.

Mediante un signo de amistad (ya sea dándonos la mano, bien un abrazo o un beso) nos damos la paz unos a otros con orden y alegría. No dejes que nada te separe de los demás: el rencor no es cristiano.

sábado, 10 de mayo de 2014

La Santa Misa - Capítulo Noveno - Final de la Liturgia Eucarística - Nos acordamos de todos

Epíclesis de comunión 

DIRIGE TU MIRADA SOBRE LA OFRENDA 
DE TU IGLESIA, Y RECONOCE EN ELLA LA 
VÍCTIMA POR CUYA INMOLACIÓN 
QUISISTE DEVOLVERNOS TU AMISTAD, 
PARA QUE, FORTALECIDOS CON EL 
CUERPO Y SANGRE DE TU HIJO Y LLENOS 
DE SU ESPÍRITU SANTO, FORMEMOS EN 
CRISTO UN SOLO CUERPO Y UN SOLO 
ESPÍRITU. 
La palabra epíclesis que ya la vimos más arriba, viene, de nuevo, del griego, y significa invocación.

Pedimos al Padre que el Espíritu Santo nos santifique para que seamos un solo cuerpo y un solo espíritu, y dignos de recibir la Eucaristía. Aprovecha para decir a Dios que no te quieres  separar nunca de la Iglesia, que quieres permanecer muy unido a la gran familia de los hijos de Dios.

Intercesiones 
Suplicamos ahora a Dios Padre para pedir en favor de toda la humanidad. Imitamos, así, a Jesús cuando oraba: Él es nuestro intercesor ante el Padre. Pedimos por la paz, la Iglesia, los difuntos.

Las intercesiones son oraciones por las que nos unimos a la Iglesia del Cielo, de la tierra y del Purgatorio, al conjunto de toda la Iglesia.

En la Misa toda la Iglesia reza unida: por los vivos, los que estamos presentes en ese momento y  toda la humanidad; por las almas del Purgatorio, que  esperan la purificación de sus pecados para alcanzar la alegría plena del Cielo. Y pedimos la intercesión de los santos, aquellos hermanos nuestros que ya han  llegado a puerto para que desde allí nos ayuden.

Reza por los difuntos. Y recuerda: algún día morirás. La vida es la oportunidad de llegar al Cielo: ¿cumples la voluntad de Dios?, ¿qué haces por los demás?

Doxología 
Palabra que viene, de nuevo, del griego para significar alabanza y glorificación.

El sacerdote termina la plegaria eucarística antes de comenzar el Rito de Comunión, con la elevación de la Hostia y el Cáliz.

Glorificamos a Dios presentándole la gran Víctima inmolada que es Cristo (Hostia, viene del latín y significa justamente “víctima”), dándole un honor y gloria absolutamente perfecto.

POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL, 
A TI DIOS PADRE OMNIPOTENTE EN 
LA UNIDAD DEL ESPÍRITU SANTO, 
TODO HONOR Y TODA GLORIA POR 
LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. 

Como todas los finales de las oraciones lo dice solo el sacerdote.
Por Cristo: a través de Cristo, por medio de Él, que es el único Camino que nos lleva al Padre.
Con Él: con Cristo, en unión íntima con Él, porque toda gracia, toda ayuda divina nos llega de Él.
En Él: dentro de Él; los bautizados somos parte de Cristo, miembros del Cristo, unidos a Él como los
sarmientos a la vid.
En la unidad del Espíritu Santo: que nos une, nos lleva a la íntima unidad con Dios Padre.
Amén Parece que es poco lo que se te deja decir en toda la Plegaria Eucarística, después de todo lo que ha dicho el sacerdote; sin embargo, no es poco lo que se condensa en una palabra tan sencilla y tan breve,  que viene del hebreo.
La podríamos traducir como “Así es”. Es decir, es una afirmación profunda y total de todo lo que ha dicho el sacerdote anteriormente.
Además, has ido viendo como unirte a lo que va diciendo el sacerdote a lo largo del prefacio y la plegaria. No estás en Misa de una manera pasiva, solo recibiendo, sino que tienes que estar de una manera muy activa sin parar de poner tu cabeza, tu corazón, tu cuerpo y tu alma en todo lo que va haciendo el sacerdote. De ahí la importancia de las posturas en la Misa. Estar de pie, sentados, de rodillas… y con el corazón y la mente atentas.

sábado, 3 de mayo de 2014

La Santa Misa - Capítulo Octavo - Liturgia Eucarística - Jesús está presente entre nosotros

Consagración (de rodillas)


Es el momento más sagrado de la Misa. La transubstanciación es el milagro más grande: el pan y el vino que hemos ofrecido a Dios se convierten por la acción del Espíritu Santo al que hemos invocado en la epíclesis en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Jesús está realmente presente sobre el altar.
El sacerdote presta su voz y sus manos a Jesús y actúa en su Nombre y en su Persona (Jesús habla y actúa por medio del cura).
La Consagración por separado del pan y del vino representa la muerte de Cristo (un cuerpo separado de la sangre está muerto).
A continuación llega la narración de lo que en este momento va a suceder: TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE EN ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.
El sacerdote muestra a Jesús para que lo adoremos, y luego lo adora él con la genuflexión. No dejes de hacer en este momento un acto de fe: “creo fírmemente que estás aquí, Señor, te amo”. O bien aquello que dijo Santo Tomás a los ocho días de la Resurrección: “Señor mío y Dios mío”.

TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.
El sacerdote muestra el cáliz y lo adora con una genuflexión pausada llena de amor. Únete tú al sacerdote en un acto de amor a Jesús en su Sangre, muerto por ti en la Cruz.
Los monaguillos tocarán la campanilla para indicar la alegría de que Jesús está entre nosotros en la elevación tanto de la Sagrada Hostia como del Cáliz. Es la alegría de Jesús presente entre nosotros.

Aclamación (de pie)

Proclamamos nuestra fe en Jesús resucitado.
Existen distintas fórmulas, con sus correspondientes respuestas a elección del sacerdote que celebra la Santa Misa.
La más común:
Este es el Sacramento (Misterio) de nuestra fe.
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

O bien está en la que recordamos la Redención.
Aclamad el Misterio de la Redención.
- Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas

O bien, remarcar el sacrificio de Jesús por nosotros:
Cristo se entregó por nosotros.
Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor.

Anámnesis
ASÍ, PUES, PADRE, AL CELEBRAR AHORA EL MEMORIAL DE LA PASIÓN SALVADORA DE TU HIJO, DE SU ADMIRABLE RESURRECCIÓN Y ASCENSIÓN AL CIELO, MIENTRAS ESPERAMOS SU VENIDA GLORIOSA, TE OFRECEMOS, EN ESTA ACCIÓN DE GRACIAS, EL SACRIFICIO VIVO Y SANTO
*Anámnesis”. Viene del griego y significa recuerdo, pero no solo como podemos recordar algo del pasado y ya está, sino como algo que viene al presente, como algo en lo que nosotros estamos presentes, y que a través del Sacramento actualiza aquí y ahora, el Sacrificio salvador de Jesús; trae al presente un hecho del pasado.

Es un momento fuerte para que veas tú también el amor de Jesús por ti. Todo lo que ha hecho por ti.




domingo, 2 de marzo de 2014

Capítulo Séptimo - Liturgia Eucarística - Plegaria I

Es la parte central de la Santa Misa. Ofrecemos a Dios el Santo Sacrificio de Jesús en la Cruz, que se actualiza, se hace presente entre nosotros por la acción del Espíritu Santo.

Prefacio
Comienza con un diálogo entre el sacerdote y el pueblo, en el cual se invita a centrarnos  de un modo muy especial en Dios.

El Señor esté con vosotros
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón
Lo tenemos levantado   hacia el Señor
Demos gracias al Señor, nuestro Dios
Es justo y necesario.



Recuerda que para este momento ya estamos de pie, pues nos levantamos en la invitación a orar del sacerdote previamente.
Por eso, la invitación que nos dirige ahora el sacerdote no es a levantarnos del asiento, sino a elevar nuestro corazón, nuestra oración, nuestra vida a ese Dios que nos ama tanto y que va a bajar por nosotros al altar en la Consagración.
A continuación damos gracias a Dios por nuestra salvación que es Jesucristo, según los distintos momentos de su vida o de las festividades que celebramos.
Le damos gracias por todo lo que ha hecho y hace por nosotros. Por todo. Lo que entendemos y lo que no. Le damos gracias especialmente por haber enviado a su Hijo al mundo para salvarnos y hacemos hijos de Dios.
Aprovecha este momento para darle gracias por tantas y tantas cosas: fe, vida, salud, padres, amigos, trabajo, estudios… y todo lo que se te ocurra.

Santo
En este momento nos unimos a todos los ángeles y santos que en el Cielo constantemente dan gloria a Dios en el rezo o canto del Santo.
Adoramos a Dios Padre. Quita de tu corazón todo lo que te aparta de Dios (pereza, egoísmo, orgullo, envidia, ira, lujuria, soberbia) y quiérele tanto que se olvide de la indiferencia de muchos.
Hosanna es la palabra hebrea de alabanza, es una forma de mostrar a Dios nuestra admiración y gratitud por todo.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene nombre del Señor. Hosanna en el cielo.

(Santo gregoriano, Misa de Ángelis)

Plegaria
Es la parte más importante de la Misa: actualiza la muerte y resurrección de Jesús.
Existen varias plegarias distintas en las que de formas distintas vamos expresando lo mismo.
Nosotros nos vamos a centrar en la Plegaria Eucarística III, aunque todos sus elementos aparecen en las demás.
Tras el rezo o canto (siempre mejor, porque expresa mejor la unión con con los ángeles y los santos que continuamente lo cantan en el cielo) del santo, el sacerdote de una u otra manera proclama la santidad de Dios.

Epíclesis: invocación al Espíritu Santo
Es un momento muy hermoso que no puedes dejar escapar porque pasa muy rápidamente.
La Iglesia pide al Padre que envíe su Espíritu Santo (o el poder de su bendición) para que santifique el pan y el vino y se conviertan, por su poder, en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. A esto es a lo que llamamos transubstanciación, porque sin cambiar las apariencias cambia la esencia, es decir, parece pan, pero no es pan.
Santo Tomás de Aquino en su bello himno eucarístico, Adoro te devote, afirma: “en Ti se equivocan el tacto, la vista, el gusto, pero basta el oído para creer con firmeza”.


El celebrante extiende las manos sobre las ofrendas. El pueblo se arrodilla para adorar a Dios que se presenta entre nosotros.